
Sin duda, algo pasó el 11 de mayo. Fue muy importante y también grave. Inesperado, quizá conmocionante.
Pero decir eso, no es suficiente para explicar un fenómeno de tal magnitud.
Entonces, ¿Cómo podríamos interpretar qué sucedió? ¿De qué manera podemos comprenderlo? ¿Qué dijo el Pueblo? ¿Qué conclusiones se desprenden? ¿Cuáles son sus consecuencias?
Estimo que presenciamos -en vivo y directo- un NO VOTO, representado de dos formas: a) la escasa concurrencia a las urnas; y b) el elevado voto en blanco y nulo. Estas situaciones condicionaron la elección con más baja participación popular desde el regreso de la Democracia.
¿Qué motiva esa evidente reacción?
En mi humilde opinión, la mayor parte del Pueblo manifestó una marcada disconformidad con gobiernos, funcionarios y dirigentes de todos los sectores. Puede considerarse una ABSTENCIÓN, una severa protesta y enérgica advertencia sobre el actual estado de cosas.
Dicho de otro modo: sectores mayoritarios del Pueblo no se sienten representados; y pacífica y serenamente lo hacen saber. Se manifiesta una crisis de representación.
Además, pone en tela de juicio los procedimientos de la Democracia. Por ejemplo: ¿cómo se eligieron los candidatos? No hubo PASO. Y, tal vez, no está de acuerdo o desconoce el método interno de elección. No sabe cómo, quiénes, ni por qué fueron elegidos.
Por otra parte, al no haber campañas políticas -en buena medida por el adelantamiento inusitado de las elecciones generales- no los individualiza e ignora su trayectoria.
Y para coImo de males, perdió interés en conocer quiénes son porque ha comprobado que nadie les resuelve sus acuciantes problemas.
En rigor, cuando el Pueblo habla, los dirigentes (de todos los sectores) deben callarse y escucharlo atentamente. Y hacer Io que dice y quiere.
Veamos ahora el resultado de los sufragios válidos emitidos. Y contrastemos con el NO VOTO.
Abrumadoramente se impuso el NO VOTO. En nuestra ciudad, redondeando, el 56% versus el 44%. Inusitado. Probablemente sea la primera vez en la historia que esto sucede.
Ignorarlo o pretender ignorarlo, como parece intentarse, sería un gravísimo error. Todos sabemos que a mayor participación hay mayor democracia; y a menor participación hay menor democracia.
Observemos ahora -por un momento- los resultados de ese 44%: Para el oficialismo 28.000 votos. Para la primera oposición 10.000 votos. Para la segunda minoría 7.000 votos (tornados siempre en números redondos). Lo que significa para el ganador, en porcentuales, el 25% del electorado total (padrón general 108.000).
Y hagamos un ejercicio más. Evaluemos una comparación con la elección inmediata anterior y solamente con los primeros candidatos (se aplicó la ley de lemas). El oficialismo de aquel entonces obtuvo 28.000 sufragios. Y la oposición alcanzó 11.000. Hoy se unieron oficialismo y oposición. Y, ese Frente integrado por 15 fuerzas políticas, sacó de nuevo 28.000 votos, cuando debería haber logrado, al menos: 39.000.
Estos resultados traen una dificultad mayúscula. Nos inquietan con una pregunta ardua de responder. Habida cuenta de la referida Alianza, la pregunta es. ¿A qué fuerza política responden, apoyan o pertenecen esos votos?
Lo curioso de los números es que coinciden exactamente. 28.000 hace dos años. 28.000 ahora. Inaudito. Hacen mucho ruido, resuenan con fuerza.
Si me preguntaran, diría: NO LO SÉ. Quizá, los politólogos y encuestadores tengan la respuesta, que a mí se me torna dificultoso encontrar.
Finalmente, con respeto, invito que se tenga muy presente esta compleja elección, cuidando y defendiendo la Democracia. Y, entre todos, con buena fe y buena voluntad, intentemos conseguir, con ideas y medidas altruistas, que nuestro querido Pueblo vuelva a participar activamente. Que sean elecciones sin prisa, convocadas con tiempo suficiente para elegir los candidatos con reflexión, con propuestas y debates que velen y persigan el BIEN COMÚN, que despierten interés y entusiasmo en participar. Y que todos, sin excepción, seamos actores y no meros convidados de piedra.-
Eduardo Gastón MONES RUIZ